martes, 7 de julio de 2009

La vida que me diste

Renací en tu carne cuatrocentista como la de la Primavera de Boticelli. Te elegí entre todas, porque te sentí la más diversa y la más distante. Estabas en mi destino. Eras el designio de Dios. Como un batel corsario, sin saberlo, buscaba para anclar la rada más serena. Yo era el principio de muerte; tu eras el principio de vida. Tuve el presentimiento de ti en la pintura ingenua del cuatrocientos. Empecé a amarte antes de conocerte, en un cuadro primitivo. Tu salud y tu gracia antiguas esperaban mi tristeza de sudamericano pálido y cenceño. Tus rurales colores de doncella de Siena fueron mi primera fiesta. Y tu posesión tónica, bajo el cielo latino, enredo en mi alma una serpentina de alegría.
Por ti, mi ensangrentado camino tiene tres auroras, y ahora que estás un poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos colores de Madona toscana, siento que la vida que te falta es la vida que me diste.
José Carlos Mariátegui a su amada Anita Chiappe, 1926.
La importancia de este poema en prosa radica en que muestra la existencia, la agonía de Mariátegui en todo su esplendor, esto es mostrando cada una de sus facetas como parte de un todo inseparable, una totalidad social en el caso del estudio de las sociedades. El Amauta fue y es una figura excepcional en lo que a pensamiento político y social se refiere, pero al mismo tiempo y en el mismo espacio establece una relación poética con el mundo, es decir con cada una de sus vivencias. Quizás esto remita a lo dicho en sus 7 ensayos: regresare a ellos en cuanto siga en vida, escriba, viva, piense y sienta. Es esta la dimensión principal, central, neurálgica de su obra que no se debe perder jamás de vista.

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